Llegué al último día del mes y no tenía editorial.
No sólo no tenía, no quería escribirla. No porque no tuviera nada qué decir, sino porque, para-citando a mi tortura intelectual, “no ando chido” y, tal vez —sólo tal vez— tengo demasiado qué decir. Aunque tengo meses así; quizás más, por lo que resulta irrelevante como excusa para no escribir la única pieza del mes.
Rebotando ideas con dicha tortura, pensaba —obligado— en escribir sobre cómo no es la primera vez, jugando con el hecho de que hoy es el primer día del año. Aunque he de confesar que, aún siendo aficionado de los conteos y los círculos cuadrados, tampoco me dice nada la fecha en este punto y, sinceramente, es un #Dramartes más como cualquier otro de cualquier semana.
En este ir y venir de reflexiones sin oficio ni beneficio, hacía hambre, por lo que recalenté el spaghetti desabrido de hace dos días y, entre los gritos de juego de la Bendición y Matías, comía viendo “Terapia Sin Filtro” —Shrinking (en inglés el título es muchísimo mejor)—.
Fue justo ahí donde estalló esto que escribo, cortesía de un chingadazo de diálogo que, como canción que duele, lo reproduces una y otra vez, hasta que lo escribes en un pedazo de papel para terminar de comer y trasladarlo a este otro papel (digital).
“Every time I remember being happy, I get pissed ‘cause I see where I’m at now, and I know that that time is gone and I ain’t getting it back”.
-Sean (Luke Tennie)
Justo en ese punto me encuentro y justo por eso no quería escribir y justo por eso no lo entenderás y justo por eso es que molesta e incomoda.
Pero espera, por mi despotrique olvidé la traducción obligatoria:
“Cada vez que recuerdo ser feliz, me enojo porque veo dónde estoy ahora y sé que esos tiempos ya pasaron y no los recuperaré”.
-Chón (Luke Tennie)
Ahora de regreso al berrinche por encontrar en una comedia gringa el espejo que evitas. No ese cristal reflejante que se encuentra en tu baño o en tu cómoda, no, sino ese que evitas al no hablar: ya sea porque no puedes, no quieres, no te entienden, te juzgan, te justifican o, peor aún, quieren solucionarlo por ti; pero espejo al final de cuentas.
Cuentas las que cuentas al sorprenderte a ti mismo que no es un año, sino es el plural de la factura porque Cronos no conoce de festivos, descansos y vueltas al sol.
Cuentas cuentas cuál rosario de liturgia comercial. Cuentas el acumulado de martes y martes y más martes; demasiados martes así. Hasta que llega un martes que coincide con un cierre de mes, de año, del lustro y, así, como lastre te das cuenta que no es la primera vez.
Que el 2025 traiga
menos martes así
y más martes así.
Cortesía de mi Temachtiani:
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Estamos leyendo El murmullo de las abejas de Sofía Segovia (2017)
¿Qué nos llevó a este libro?
Un buen día, la vieja nana de la familia abandona sorpresivamente un reposo que parecía eterno para perderse en el monte. Cuando la encuentran, sostiene dos pequeños bultos, uno en cada brazo: de un lado un bebé misterioso y del otro un panal de abejas. Ante la insistencia de la nana por conversar y cuidar al pequeño, la familia Morales decide adoptarlo. Cubierto por el manto vivo de abejas que lo acompañarán y guiarán para siempre, Simonopio llega a cambiar la historia de la familia que lo acoge y la de toda una región. Para lograrlo, deberá enfrentar sus miedos, el enemigo que los acecha y las grandes amenazas de la guerra: la influenza española y los enfrentamientos entre los que desean la tierra ajena y los que protegerán su propiedad a toda costa.
La lectura del libro se realiza de manera independiente y la experiencia se comparte en las reuniones presencial y virtual, las cuales son casuales e informales… también puedes acompañarnos sin haber leído el libro, se pone sabroso el chisme; no te arrepentirás.😈
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Clabe Banamex 002040902005089975.
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Nos leemos el 1 de febrero 😉
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A lo largo del año pasaste momentos que parecía no llegar la inspo pero siempre te llega y salen estás cosas geniales que me dejan pensando cosas , te admiro mucho