¿Resetear o no resetear? Esa es la pregunta.
No se refiere a si debes reiniciar o restablecer el equipo o dispositivo; no, la pregunta es si ya lo hiciste… o cuándo fue la última vez —quizás ya pasó demasiado tiempo—.
En esta época en la que la tecnología se actualiza más rápido que tú compras ropa interior nueva, la regla número uno que hemos aprendido cuando algo falla es, ¿Ya lo reiniciaste?
—Resetear decimos los chavos en onda.
—Reinicializar dice el diccionario, pero no me gusta cómo suena.
Incluso un auto, cuando se calienta, lo primero por hacer es orillarse a la orilla y apagarlo.
Yo tenía, por lo menos, cinco años sin apagar el equipo; sin resetearme. Incluso cuando me tronaron la máquina en la chamba en el 2021 y terminé medicado por el psiquiatra; ni entonces hice una pausa total, una reseteada. Se contuvo el problema y la vida siguió in crescendo.
En mayo de este año de nuevo vi, en el horizonte, venir la crisis, sin embargo, parafraseando el dicho en inglés: “Chíngame una vez, es tu culpa. Chíngame dos veces, ya es mi culpa”. Por lo que tomé cartas en el asunto —y medicamentos de nuevo—, no la dejé llegar y detuve todo lo que se pudiera detener.
Engrudo, un proyecto muy polifacético, versátil y ecléctico que quiero mucho: pausa.
El Cúmulo, otro proyecto que, sin planear, oportunamente se puso en pausa.
El Club de Lectura, también pausa, aunque, al final, se superaron los compromisos previos y nunca lo detuve como tal.
La Chamba, pausa también: renuncié a mi licencia sindical para poder enfocarme en mi recuperación y eventualmente retomar los proyectos que sí alimentan mi remendada alma.
Hacía cinco años que no salía de vacaciones, del verbo no estoy-no me busquen-no traigo ni celular-vacaciones. Así fue como echado en un camastro, a la orilla de una alberca, bebiendo macchiatos helados todo el día como si no hubiera un mañana —que no lo hay— fue que me reseteé.
Poco a poco se enciende la máquina. Me siento con mejores bríos —ya sin medicamento— y los proyectos gradualmente deben reiniciarse también: ya tengo pendiente la revisión de la edición del episodio 4 de El Cúmulo, vienen nuevas actividades dentro del Club de Lectura para finales de año, mis actividades laborales ya no me drenan el alma y Engrudo trabaja a todo vapor con un programa de radio, que si bien no participo de manera activa, me da un chingo de gusto, esperando volver en cuanto la vida me lo permita.
Además, por fin voy a lanzar mi Laboratorio Cultural 29Treinta, un rincón muy coqueto donde personalmente dirigiré la experimentación en escritura creativa y de sensibilización al aprendizaje de las lenguas, como inglés y alemán para arrancar —quiero agregar francés y portugués—, edición, traducción, nivelación académica y lo que se acumule. También he invitado a otras personas a impartir sus talleres en este renovado espacio, el cual también se niega a claudicar.
Llego a este último párrafo sintiendo que me perdí por completo: empecé la editorial de manera habitual como reflexión y se transformó en “querido diario” —se tenía qué decir y se dijo—. Tal vez, para terminar este encuentro digital, debas hacerte mi pregunta inicial, no esperar a que la vida te truene, orillarte a la orilla y resetearte.
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Clabe Banamex 002040902005089975.
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Nos leemos el 1 de octubre 😉
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Yeiii!! Me encanto todo , todito, lo que compartes y como lo hiciste , las buenas noticias y las actualizaciones y que ya casi llegas a los 45 .
A festejar !!