El Ombligo del Ocio #62
Era cuestión de tiempo: terminé por contagiarme.
Más allá de los cinco años de pandemia, o tres, o diez, ya perdí la cuenta, hasta mediados de noviembre de este glorioso 2022, presumía con orgullo que yo seguía sin contagiarme. Tristemente ya di positivo. ¿Dónde me contagié? En la oficina. No es mayor sorpresa, ya que trabajo en el sector salud y cualquiera diría que era cuestión de tiempo.
Mi necedad puede alcanzar proporciones bíblicas. Épicas. Terco como cliché en cualquier andanza medieval. Sin embargo, justo en el nuevo pico más alto de contagios en todo el mundo, a pesar de que muchos han quedado ya fuera, acepto y admito mi mal. Despedirme de la racha que ostentaba no fue fácil, pero escribo estas líneas como reflexión curativa, esperando que no me queden secuelas qué lamentar y deseo que todo termine el 18 de diciembre como está pronosticado por el diagnóstico.
Un poco de historia. Hasta el año 2016 veía fútbol. Mucho fútbol. MUCHO fútbol: Liga mexicana, alemana, la Champions, Concachampions, Sudamericana, Libertadores, Mundial de Clubes, Copa América, de Oro, Clasificatorios, amistosos, Eurocopa, Mundial, el Deportivo Cactus/La Esquina FBC en la canchita de Las Arboledas ahí por la SEP, las retas en el FIFA para XBox del año en turno y otros que seguramente se me escapan. Demasiado fútbol.
Prácticamente todo el año sin descanso hay algún partido aquí, allá o acullá. PERO, así como dejé de consumir alcohol, de tajo, sin previo aviso, renuncié a mi afición al fútbol. De hecho me costó más trabajo dejar el fútbol, que el alcohol. Llevo a este momento, 1675 días sin alcohol —cuatro años y medio— y llevaba (del verbo ya no llevo más) seis años sin ver fútbol. Lo que Rusia no logró, lo hizo Qatar —me gusta más con Q—.
De hecho para esta editorial tuve que buscar quién ganó el mundial del 2018 y tal fue mi sorpresa que Croacia es el sub campeón reinante del mundo. No los hacía llegando tan lejos. A ese grado me desconecté del mundo pambolero. Al inicio de mi sobriedad futbolística recibía “felicitaciones” por el campeonato de Chivas, noticias que el Bayern München esto o lo otro (mis dos equipos predilectos). Memes burlándose de malos resultados, etc. Así me enteraba de los resultados de mis equipos.
Libre de fútbol desde el 2016, hasta que en la oficina me contagiaron de Mundialitis. Ya miro con emoción o hasta irracionales nervios, un tiempo o casi el partido completo, comento resultados y los comparto, hablo de jugadores, técnicos o más fácil: de sus logros o fracasos históricos (lo de los últimos seis años lo tuve que actualizar improvisadamente para estar preparado para estas pláticas de pasillos). Incluso me han cuestionado: “no que ya no veías fútbol”. No, ya no veía. Demasiado tiempo invertido en previas, comentaristas, partidos y análisis posteriores. Que no es malo, pero todos los excesos son negativos, lo mío ya era adicción y era momento de invertir mejor ese tiempo.
Lo compensé con mis grises Raiders —en sentido figurado y literal— y fútbol americano en general. Menos partidos en temporadas más cortas. Aún así, también ya consumo menos NFL: entre que no tengo el tiempo disponible y que mi equipo me hace sufrir —sólo hace eso, puro haciéndome sufrir desde mediados de los noventas—.
Todo adicto tiene recaídas: algunas fortalecen, otras avivan y recrudecen el problema. Habrá que esperar a ver si me quedarán secuelas o sólo es un contagio aislado y temporal. Será cuestión de tiempo.
El Ombligo del Ocio es una publicación
gratuita. Todos los derechos reservados © 2022 - Juan Carlos Pelayo Santos.
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Amantsi = “ahorita” en náhuatl. Ahorita: lapso de tiempo que puede durar desde un segundo hasta cien años —o nunca—. Mi sección de Actualidad 👇
Cada año que termina busco cerrar ciclos analizando el año saliente. Cada año que inicia me replanteo hábitos y vicios. Suelo ser muy duro conmigo mismo, pero también me paso de complaciente. En este año toqué fondo, principalmente en salud mental y emocional. Sin embargo, paralelamente, me di cuenta de lo fuerte que puedo ser y lo fácil que es renunciar a lo "irrenunciable".
Me gusta hacer planes. Hay certidumbre en amarrar fechas a la distancia. Me encantan los propósitos de año nuevo, aunque la mayoría no vivan lo suficiente para ver febrero.
El próximo año vienen nuevos retos laborales, que si bien me exigirán más, paradójicamente me dará más libertad. No de tiempo, sino libertad de hacer, de crear y de, al menos, intentar impactar de manera positiva en mi pan duro pero seguro.
En el aspecto creativo también vienen oportunidades interesantes y "obligaciones" auto-impuestas, como terminar de armar mi primer libro o llevar a los escenarios mis guiones de teatro. Seguir estudiando lenguas e invitando a otros que se atrevan a intentarlo. Así como la mediación lectora con nuestro Club y Sala de Lectura, la gestión y promoción cultural, todo con un panorama prometedor para el próximo año.
Sólo me queda agradecer a quienes me ofrecen oportunidades, a quien me tiende la mano a pesar de no saber pedir ayuda y a quienes me apoyan incondicionalmente en prácticamente todo lo que hago —aunque a veces sea tan difícil que ni yo me aguanto—. Sin mayor solemnidad: gracias, muchas pinches gracias.
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El Ombligo del Ocio #39 | Revue — www.getrevue.co
"¿Quién eres si no puedes recordar quién eres?"
—Stuart en la antología SOLOS.
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