Hay muchas cosas que me dan orgullo; soy un animal muy orgulloso, en todos los sentidos: desde las acepciones más negativas y pedantes hasta las tonalidades más positivas y necesarias para no ahogarse en este chapoteadero que llamamos vida.
—¡Efecto lluvia! [avienta agua hacia arriba] ¡Efecto lluvia! [chapotea aventando más agua hacia arriba]
Sin embargo, el detonante de esta reflexión es el hecho que me da orgullo despistar a los algoritmos; esos microorganismos invisibles pero omnipresentes, los verdaderos dioses de la actualidad: que todo lo ven, todo lo oyen y todo le dicen a Don Amazon, a Doña Facebook, a Miss TikTok, al idiota de Twitter —me niego a llamarlo Equis… somos chavos— y demás Santos y Santas y Santes y Santxs digitales de nuestra era.
—¿Cómo los hago enloquecer?
—Deja de interrumpirme y te cuento.
Siendo un consumidor sin pies ni cabeza, justo aquí radican mis malsanos orgullos en cuestión, ya que consumo una variedad de productos, en diferentes medios y redes, en diferentes lenguas, abarcando un espectro de edad amplio como buen chavorruco; desde cuestiones técnicas de lingüística, protolenguajes y etimologías, pasando por literatura y música, hasta el humor más estúpido, políticamente incorrecto, funable y carente de sentido posible… con todo lo que pueda caber entre todo eso.
Matemáticamente, las posibilidades son infinitas y, como esa es la chamba de los algoritmos del Olimpo Digital, pues se les complica definir qué demonios promocionar. Con qué demonios capturar mi atención, la moneda de cambio con más valor en la actualidad, tu atención es más valiosa que el euro, el yen o los aranceles de Donald Trump Asdefalopio (su nombre completo, por si no lo sabías).
Pero como dijo Dexter Morgan, “vamos por partes”; aunque nos cambiamos de una red social a otra, así como los políticos más cuestionables y rancios de siempre se van purificados a Morena, no todas las redes son para todas las personas, ya sea por ideología o por gustos pero, principalmente, porque están diseñadas por edades-objetivo. Yo lo descubrí cuando ya no tuve cabida en redes como Snapchat, Discord, Loop, HoloSphere o Nexxus. Si ni siquiera las conoces o nunca las has usado, sólo ratificas mi punto.
Si bien las últimas que menciono son muy nuevas, si no las conoces, por más joven que seas, ya no van dirigidas para ti y las que lucharán por atrapar la atención de mi hija de 7 años, probablemente su futuro creador aún no termina la primaria.
—Lo siento, pero se te advirtió: no serás joven por siempre.
Instagram no sabe si mandarme humor negro de ese que sólo dura un poco antes de que lo borren, pechugonas como dice una amiga, frases romantizadas o románticas —no es lo mismo—, mini lecciones de lenguas, información sobre viajes y lugares, denuncia social o artistas de cine, músicos y conciertos. Facebook ya me perdió y perdido está tratando de recuperarme con un algoritmo cada vez más perdido dando patadas de ahogado virtual. Twitter, creo que sigue vivo. Creo. Y así el resto, buscando con qué atraparme en su pegajosa telaraña consumista.
No digo que no lo logren, lo hacen más de lo que me gustaría admitir. Mis intereses tan eclécticos y perdidos como nuestro sistema de salud danés, pero lo que consumo no viene de una sola fuente, viene de revistas de trayectoria o más recientes, de periódicos tradicionales y modernos sitios web, viene de YouTube, de libros impresos y digitales de autores que ya ni con Carbón 40 los identificas o más jóvenes que cualquiera de mis lectores, de podcasts, blogs, vlogs y cuanta misma gata revolcada se te ocurra, como la televisión tradicional, aunque cada vez menos, pero sí rastreable por dichos algoritmos.
Consumo, a diario, en podcasts, videos, series, películas y por escrito, en español, inglés, alemán, francés, portugués e italiano, así como un podcast en noruego, al que le entiendo palabras aisladas e ideas generales, pero cada una las celebro como goles en final de campeonato.
En compras, principalmente en Amazon, busco libretas, plumas, plumones, marcatextos, agendas, calendarios, material didáctico para mis clases y laboratorios, pero también como buena señora busco cosas para el hogar, cuidado personal para mi calva y mi monstruosa barba, compro libros de autores o estilos que no leería si no me obligara la democracia de mi club de lectura, o del antitranspirante en oferta hasta el lubricante sabor cereza para que resbale.
En música igual, con el metal como estilo medular, mis gustos son tan variados como reservados, los cuento con los dedos de las manos —y dos del pie izquierdo—, entre todos esos, van los algoritmos del Señor Manzana Mordida, quien tampoco sabe qué mandarme como recomendación semanal, así que en la canasta con 25 canciones de los viernes, me manda una mezcla que de existir en físico, sería una capirotada a la Mary Shelley.
Por lo que sugiero que consumas de manera consciente por todos lados, que pruebes un poquito de todo. Que no te cases con una sóla versión de ti mismo; no te aferres a un personaje que no deja márgenes flexibles, no sólo para experimentar, sino para evolucionar, crecer y mejorar. No abras sólo la boca porque ahí viene el avioncito, el avioncito, el avioncito y la cuchara digital te alimenta lo que le da la gana o lo que le conviene.
Estudia, aprende, lee diferentes géneros y estilos —aunque sufras, como yo—, ríe de cosas que no “deberías” reírte, escucha música en lenguas que no entiendes, de todas maneras ni el inglés se nos da, explora lugares —aunque sea virtualmente, ya sé que no nos alcanza ni para la fondita cerca de tu trabajo —, sobretodo enloquece a los dioses algorítmicos, que no sepan qué sugerirte, que se confundan y que se frustren y que digan no puedo más; hasta que quieran renunciar.
Club Internacional de Lectura 📖
En junio 2025 la conversación girará alrededor de: #40 Engaño perfecto (Twenty Years Later) de Charlie Donlea (2024)
¿Qué nos llevó a este libro?
Avery Mason es la presentadora de Eventos Nacionales y acaba de recibir una noticia que será historia: gracias a una nueva tecnología, han identificado los huesos de una víctima del atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre. La víctima había sido acusada del espantoso asesinato de su amante casado. Toda la escena del crimen estaba cubierta con el ADN de ella. En una última y desesperada llamada a su hermana, le ruega que demuestre su inocencia. Necesita llevar adelante otra misión: deberá volver a su pasado en Nueva York, a su verdadera identidad y hacer pagar a quien arruinó su vida. Pero no sabe que hay personas que la están siguiendo, que están obligadas a desentrañar esa misma verdad. Las historias se entrelazan: los secretos que todos han mantenido ocultos durante los últimos veinte años están a punto de ser descubiertos, pero los engaños han sido perfectos.
Nos reunimos de manera presencial el último lunes de cada mes y su respectiva sesión virtual al día siguiente.
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Óbolo 🙏
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Clabe Banamex 002040902005089975.
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Nos leemos el 1 de julio 😉
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No canto victoria en eso de salir de mi zona de confort, pero ahí la llevo. Interesante y diferente el boletín de este mes.